CARNAVAL de ALICANTE 2016..|.. CARNESTOLTES d´ALACANT 2016
del 4 al 14 de Febrero
 

 
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El Ayuntamiento desahucia al Carnaval
 
  Tribuna del INFORMACION
04.12.2015 | 04:45
Estimado señor director, quisiéramos hacer algunas aclaraciones en relación a la nota aparecida en su periódico el 18 de noviembre con el título El Carnaval se queda sin local por poca seguridad en el que el Ayuntamiento de Alicante declara la extinción del derecho de ocupación del local que la Mesa del Carnaval, entidad organizadora de estas fiestas, tiene en la calle Sargento Vaíllo, 28. La razón, según informes técnicos, está en «la falta de condiciones de seguridad, salubridad e higiene necesarias para su uso actual». Así, con esta breve nota, se despacha Doña Cuaresma para calentar el Carnaval en Alicante.

Podría inferir el desconocedor de la realidad de esta fiesta y de sus ya más de 35 años de historia: que las personas que de alguna manera «habitamos» ese local somos gente peligrosa, antihigiénica e insalubre. Y lo peor es que parece que no hayamos hecho nada para mejorar esta situación de «precariedad», que no de seguridad y salubridad. Para que quede claro y en primer lugar: en los últimos años la Mesa de Carnaval ha demandado en numerosas ocasiones mejoras en el espacio a la totalidad de los concejales de turno del Partido Popular y, por supuesto, a la actual concejalía, a través de su secretaría, ya que al parecer el señor Echávarri, titular del cargo, no tiene tiempo para atendernos.

Que sea la actual corporación «progresista y de cambio» la que «extingue el derecho de ocupación del local de la Mesa de Carnaval» resulta paradójico. O denota una falta de fluidez comunicativa entre los distintos departamentos (Fiestas, Cultura, Patrimonio) para afrontar la situación, al parecer, surgida a raíz de una denuncia de unos vecinos ante el Síndic de Greuges por las «molestias» que les ocasiona ese local, o por contra, esperemos que sea ese el problema, es fruto del desconocimiento de lo que ese local significa para la cultura popular de base en Alicante.

Seguramente a los técnicos municipales que han elaborado el informe les parecería insalubre e inseguro el edificio de las antiguas escuelas de San Roque de la plaza del Carmen donde se congregaba en los ochenta el colectivo Carnestoltes, con Antonio Deféz y José María Morant Berruti, creando pendones de indudable calidad artística, pariendo el «Sábado Ramblero» y configurando la arquitectura de lo que hoy es el programa oficial de actos de esta ciudad. También les parecerían inseguros los pozos de Garrigós, antes de ser rehabilitados, en los 90, donde nace la peña carnavalera La Tripa del Moro y donde muchos de nosotros vivimos momentos inolvidables en aquel entorno virgen a la institucionalización. También era cesión municipal –y seguramente insalubre– el local cercano al Mercado Central en el que creció la peña Ribonucleicos con sus desbocados pregones y sus «arqueologías urbanas». Todo aquello, todo esto, hubiese sido imposible con estos técnicos.

Pero no matemos al mensajero. La actual decisión política de la corporación municipal de extinguir ese derecho, esa necesidad, eludiendo las conversaciones para afrontar el problema y dejando in albis la continuidad de una labor forjada a lo largo de tres generaciones de alicantinos, con una escueta nota de prensa, parece peor. Las personas que a lo largo de estos años hemos trabajado desinteresadamente para mantener vivo este rito del Carnaval en la ciudad nos sentimos ofendidas, tanto en el fondo como en las formas, por el desaguisado que provoca la decisión del Ayuntamiento de dejar «sin casa» al Carnaval. Exigimos abrir una mesa de diálogo para buscar una solución definitiva a esa «demanda histórica de un espacio para las entidades de Carnaval», que hasta hoy era un derecho adquirido fruto de la lucha de dichas entidades, las más de las veces contra sus propios gobernantes.

Supongamos que el entuerto es fruto del desconocimiento. Si es así, aclaremos cuestiones.

¿Por qué el Carnaval necesita un local?, ¿qué se hace allí? Si pensamos en «micro» es sencillo: Todo gira alrededor de un taller de artes, una mesa grande, una buena cena de sobaquillo, y gente que aporta su tiempo y sus conocimientos desinteresadamente para celebrar un rito ancestral en su espacio natural: las calles de Alicante. Cada año se elaboran pendones, se construye la sardina, se escribe y ensaya el pregón, se preparan letanías, piñatas para los niños. Se organizan infraestructuras, disfraces, calendarios, actuaciones, recorridos... Pero la actividades que se promueven desde las entidades de Carnaval no se circunscriben a esas fechas, que además varían cada año. En los meses de mayo y junio se diseña y construye la Foguera Itinerant. En agosto y septiembre se prepara el «Adveniment de la Sardina» y aspiramos a organizar cada año, en la noche de difuntos, una fiesta en una plaza de la ciudad.

¿Pero por qué alrededor de esa mesa y ese taller de la calle Sargento Vaíllo, 28, al que hoy se califica como inseguro e insalubre, han surgido iniciativas culturales de base que trascienden al Carnaval? Ya en el año 1981 las entidades del Carnaval se autodefinían como asamblearias y horizontales y en el año 2015 continúan siéndolo. Treinta y cuatro años de «prácticas» han posibilitado que las puertas de este espacio hayan estado siempre abiertas a la creatividad, que hayamos sido sensibles y permeables a las iniciativas que demandaba esa cultura popular que no encontraba cabida en la cultura oficial. Acontecimientos culturales tan significativos como el festival Alacant Desperta surgen al calor de la mesa de ese local insalubre. El impulso de la labor de asociaciones como Alacant Rock también creció de algún modo entre esas «inseguras» y antihigiénicas paredes. Decenas, cientos de jóvenes músicos de la ciudad han podido tocar en las fiestas de su ciudad para sus amigos y vecinos con la dignidad que merecían. También han sido cientos los músicos del Pais Valencià que encontraron en las entidades de Carnaval una ventana para superar el veto lingüístico del uso del valencià impuesto tácitamente por las instituciones municipales en los últimos años. La gente ha sentido, siente ese lugar, esos lugares, como suyos. Y eso nos enorgullece.

El Carnaval es un rito ancestral, pagano. Es una fiesta cultural política. Y, por ende, las personas carnavaleras también lo somos. Aunque nos guste conservar «el anonimato», nunca nos ponemos de perfil. No lo hacíamos en los ochenta, cuando el sida hacía estragos y era casi tabú institucional, repartiendo preservativos en nuestras fiestas. Ni en los noventa, a pesar de nuestras «guerras intestinas», siendo el ojo crítico que mostraba las vergüenzas de la ciudad a través de sus pregones y letanías. Estuvimos junto a la sociedad civil de esta ciudad cuando se movilizó contra la guerra en el año 2003. Nuestra Foguera Itinerant estuvo presente en la manifestación del 19 de junio del 2011, convocada por lo que aún era el movimiento 15M. El año pasado, nuestra Sardina desvió su ruta para denunciar el desahucio de Sonia, Paco y sus hijas. Allí estuvo el Carnaval, otra vez de frente, junto a la gente, contra la injusticia, en la calle.

Y que nadie lo dude, si hay una entidad festera en Alicante que haya sufrido las embestidas y recortes de la larga travesía de gobiernos del Partido Popular ha sido, sin duda, la Mesa de Carnaval. Las cifras y las estadísticas son tan sangrantes que ni las vamos a citar. Lo peor de todo de este ahogamiento económico, ideológico y técnico del que hemos sido objeto, son las oportunidades que Alicante y sus vecinos hemos perdido de disfrutar y consolidar esta fiesta –segunda en impacto económico en la ciudad–, con la importancia que creemos se merece.

El estado en el que se encuentra el local es el mismo que cuando entramos hace unos años, exceptuando las mejoras que modestamente hicimos. Y no deja de ser el reflejo de ese desierto del que creíamos estar saliendo.

Aun así, seguimos aquí redactando este escrito, en la misma mesa de Sargento Vaíllo, 28, con la esperanza de que esto no sea un esperpéntico espejismo, de que el Ayuntamiento tenga altura de miras y restituya ese derecho al Carnaval, ya sea acondicionando estas «instalaciones» o reubicándonos en una definitiva «Casa del Carnaval», gestionada por los propios colectivos, donde las peñas, collas de Dimonis e iniciativas de cultura popular puedan desarrollar su labor con independencia, estabilidad, dignidad y, por supuesto, salubridad. Hemos cenado algo mientras discutíamos y elaborábamos este documento. Esperemos no morir intoxicados.


  VUELVE el CARNAVAL juan giner pastor 04.02.2016 | 04:48  
  Vuelve el carnaval
Sí, vuelve el carnaval... Pero no me refiero al carnaval que propician los políticos, pues ese carnaval está ahora perennemente presente. Porque si antes los nobles y ricos burgueses no tenían necesidad de esperar el carnaval para ser desenfrenados en sus comidas ni en sus otros goces, actualmente parece que esos «desenfrenos» que denominamos corrupción, populismo, arrogancia, demagogia, fraude, prevaricación, cohecho, malversación, son vilezas que nos escandalizan cada día, por mucho que los protagonistas de tales desvergüenzas las hayan cometido disfrazados con las máscaras del servicio público, del bien colectivo, del trabajo entregado, del patriotismo inclusive.
 

Por eso, ante tanto abuso, año tras año es un desahogo colocar al mundo del revés como en las Lupercales romanas, que comenzaban el decimoquinto día del mes de febrero y durante siete jornadas se suspendía toda actividad, se cerraban los negocios, las escuelas y los tribunales; por las calles circulaban carros tirados por animales enjaezados caprichosamente y pasaban desfiles y comparsas; se indultaba a los reos; los señores servían a la mesa de sus criados; los esclavos podían insultar a sus amos y circulaban borrachos por las calles, camuflándose bajo máscaras y otras ropas para preservar sus identidades.

Dirán algunos, «ahora no se llega a tanto». Pero haciendo un repaso pormenorizado a los carnavales que se celebran en muchos lugares de cultura cristiana, nos sorprendería encontrar bastantes similitudes todavía a aquellos desenfrenos, que a partir del siglo IV, durante la decadencia del Imperio Romano, la Iglesia deseosa de extender su control a todas las actividades de la vida trató de asimilar retocando un poco las formas de unas festividades paganas profundamente arraigadas en la costumbre popular, reconvirtiéndolas en fiestas ahora llamadas «Fiesta del Asno», «Fiesta de los locos», «Fiesta de Carnevale», palabra italiana proveniente del latín (carnem levare: quitar la carne). Aunque conservaban su carácter transgresor y de la inversión de las cosas, de tal modo que clérigos, frailes y monjas se abandonaban a goces licenciosos, disfrazándose de mil maneras y organizando bailes en conventos e iglesias, para terminar comiendo fiambres y salchichas sobre el altar. Incluso el Papa en persona formaba parte en Roma de estos festejos, acompañado de los cardenales y aceptando las bromas más indecentes. Claro que a lo largo de los siglos no faltaron quienes levantaron su voz para condenar agriamente estas costumbres y, finalmente, Inocencio III emitió una bula durante el siglo XIII para erradicar de las iglesias aquellos espectáculos, prohibiendo a los eclesiásticos formar parte de tan burdas chanzas. No obstante, la fiesta siguió subsistiendo entre lo sagrado y lo profano, como una etapa que precede a la cuaresma, de tal modo que, pese a su opuesto sentido, en cierto modo son inseparables.

Porque si la Semana Santa se prepara con la cuaresma, periodo de cuarenta días de sacrificio, penitencia y ayunos, inmediatamente antes que la cuaresma está el carnaval, celebración de carácter lúdico donde abundaban los juegos, la música, banquetes, bailes y jolgorio en general, para que el pueblo se olvidara de las penalidades del resto del año. Y en esto poco se ha cambiado, pues si actualmente las prohibiciones religiosas ya no cuentan para la mayoría y nos podemos solazar a nuestro antojo, sin embargo el carnaval sigue ejerciendo una atracción irresistible como fiesta de diversión y mascarada, que nos libera de la penosa cotidianidad.

Las máscaras y caretas fueron originalmente utilizadas con fines religiosos por civilizaciones antiguas, durante ritos fúnebres para perpetuar los rostros de los muertos colocándolas en sus tumbas. Más tarde, las comenzaron a usar los actores de los cortejos que acompañaban al difunto, para hacerle honor. Fueron tomadas luego por los actores de teatro para representar personajes religiosos o históricos. Por último las máscaras pasaron del teatro a la calle, ya que durante las jocosas algaradas carnavalescas personas de todas las clases y de todas las edades se exhibían protegidas e irreconocibles gracias a sus disfraces, cantando coplas en las que se manifestaban los aspectos más picantes y escandalosos de la crónica ciudadana. Así, los humildes, aprovechándose de la indulgencia del carnaval, se atrevía a hacer en voz alta la sátira de las costumbres de los notables que los oprimían, como venganza por las vejaciones del resto del año. Y el hecho de colocarse máscaras y disfraces, camuflándose sin ser reconocidos, dio un empuje definitivo al carnaval que es motivo de grandes celebraciones y fiestas, siendo algunos lugares muy conocidos por sus grandes producciones y atractivo para su habitantes y los turistas que buscan ver tradiciones locales. El carnaval de Río de Janeiro en Brasil, el de Venecia, en Italia, o el de Nueva Orleáns en los Estados Unidos, son los de más renombre internacional; y también lo alcanzan ahora los carnavales canarios de Las Palmas y de Tenerife. Con diferentes costumbres y estilos cada uno forman parte de las propias tradiciones y son reflejo claro de las personalidades de cada cultura, como nuestro españolísimo carnaval de Cádiz.

Rara es la localidad que no celebra actualmente con mayor o menor prestancia la fiesta del carnaval, deseando aliviar la alienación que atenaza una existencia cada vez más subyugada por la técnica, la injusticia, la amoralidad o la frustración. Y quienes no desean más que vestirse por unos días con una túnica con lentejuelas, ponerse una corona dorada y un sombrero con plumas, ocultar sus rostros tras caretas grotescas, terribles o groseras, desfigurarlos con maquillajes desconcertantes, seguramente toman venganza carnavalesca de las pesadumbres de un año entero; incluso de las amarguras de toda una vida.

 

 

Marc Llorente
Probablemente me conocerán a través de la crítica de espectáculos de INFORMACIÓN.
Pero uno también le da al periodismo de opinión y a otros géneros.

Carnaval al rojo vivo

Llega don Carnal con los carnavales bajo el brazo. Todos usan algún disfraz, caretas, pelucas, gafas de risa y artilugios grotescos para montar la juerga en este gran carnaval del mundo.
En el teatro nuestro de cada día. Ahí van los de la Comisión Europea disfrazados de trogloditas, esgrimiendo porras por si alguien se sale de la raya. Tras el encargo del Rey, Pedro Sánchez viste de príncipe azul con su plan de negociación progresista en la mano y un mensaje de confianza, moderación y diálogo. Quiere conquistar a la derecha y a la izquierda. Pasea subido en un caballo, rumbo a una posible-imposible investidura, y muestra el catálogo de asuntos que propondrá a sus interlocutores. Enarbola el cartel de la regeneración democrática y de las políticas sociales, dentro del marco de estabilidad presupuestaria, y avanza hacia el cambio de la Constitución para conseguir una España federal. LEER MAS

El ciudadano Albert Rivera se disfraza de hada azul con su varita mágica. Y el candidato socialista le pide el deseo de ser presidente y que no le dé calabazas. Pablo Iglesias se enfunda un traje de luces, coge en brazos a Sánchez y torea a una vaquilla con el capote morado del “sí se puede, no se puede”. 
Provisto de sotana, Rajoy ejerce de cura y reza por nosotros, pecadores. “Mas líbranos de Podemos para que no se pueda. Amén”. Muy cerca, la reina del diferido, María Dolores, exhibe su corona genovesa y una goma de borrar discos duros. El descubridor Bárcenas ha sido fuerte, gracias a Rajoy, y apunta y eleva la voz desde su nave: “¡Cospedal a la vista!” El portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, se pone un antifaz oscuro e invita a Luis a tomar una saludable copa de lejía.

Barberá, la senadora con túnica pepera, proclama su virginidad incorruptible. “Nada de mordidas”, asegura. Los colegas valencianos de Rita, vestidos de piratas, esgrimen los garfios de las comisiones ilegales, de la financiación ilegal y del blanqueo de dinero. La jefa se pone un parche en el ojo. O dos. Ni ve ni quiere ver. “Todo es un montaje”, según el cacique Rus.  
El Zorro, Iñigo Errejón, airea su florete para fastidiar a los ricos y vencer a la exclusión social. Alberto Garzón, el D’Artagnan de IU, guerrea contra los golfos del “¡Uno para todos, todo para unos cuantos!” y no quiere poner zancadillas al aspirante a La Moncloa. El ex-Honorable Artur se disfraza de gallo. Desplumado, eso sí, pero con el 3 %. Las viejas guardias montan un parque de diplodocus y lo pasan muy bien con sus disfraces del Jurásico.

Susana Díaz lleva trapos de Caperucita Roja y está preparada para enseñar los dientes al lobo Pablito o a Pedro si se tercia. Los independentistas catalanes portan vestimentas de pirómanos con tres leyes de desconexión, y Sánchez cambia su imagen de príncipe por la de bombero con sifón federal.    
La Infanta es la lady mosquetera de Nóos. Ve vulnerado su derecho a la defensa, cínicamente, y no quiere sentarse en el banquillo con Urdangarin, al que están confeccionando un trajecito de rayas para residir entre rejas de cuatro estrellas.
Al superhéroe Aznar se le pincha el músculo democrático que nunca llegó a tener, y el catastrofista de dimensiones bíblicas, Margallo, anuncia el apocalipsis porque el padre Marianín, amante del sentido común y luchador infatigable contra la corrupción, no puede seguir mandando.

El papa Francisco va como toca en su papel de pontífice y llama a combatir las lacras que nos envenenan. Como siempre, muchos hacen el indio ante la pandilla de gángsteres que dinamitan el Estado de bienestar y se presentan como nuestros ángeles de la guarda. Dulce compañía. ¿Negociaciones o nueva campaña electoral en el fondo? Ya lo ven. El carnaval está al rojo vivo.  

Pinchen este enlace de cine  https://youtu.be/r0odG3fOSOg 



 
 
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