Sorprendentemente, el Colegio de Arquitectos se ha equivocado de
interlocutor. J. E. Munera en el diario INFORMACION, nos ha ofrecido
una reseña de la reunión mantenida entre el Colegio
de Arquitectos y el urbanizador de Rabasa, donde nos dice que «...
las declaraciones de Rivera tras la reunión: "Es positivo
que el urbanizador, además de explicar los cambios en el
proyecto, pida la colaboración del Colegio para mejorar el
contenido de la propuesta". (...) "El promotor va a realizar
la intervención más importante de la ciudad en muchos
años y hay un cambio de actitud de que quiere hacerlo bien
y para ello quiere contar con los arquitectos, que son los que diseñan
la ciudad". (...) "Más que de modificaciones [del
proyecto inicial] hemos hablado de una posible colaboración
en el futuro...". (...) "Pensamos, de entrada, que la
ciudad no puede crecer así, pero si podemos contribuir a
ordenar el futuro de la ciudad, al final saldrá ganando todo
el mundo..." agregó la presidenta, que le hizo saber
a Ortiz que este paso de pedir opinión debió darlo
antes».La noticia dada por la Prensa y otros medios de comunicación
relativa a que el Colegio de Arquitectos está dispuesto a
colaborar con el urbanizador Enrique Ortiz para intentar mejorar
el proyecto, ha causado cierto estupor y sorpresa, a esta parte,
por razones que manifestaré a continuación.
Las declaraciones efectuadas desde los representantes del mentado
colectivo resultan inesperadas desde la praxis del urbanismo, desde
lo que supone el concepto de ciudad y de la teoría de los
asentamientos urbanos.
El urbanismo es una función eminentemente pública,
sujeta a la ley, al Derecho y al sentido común, y aquí,
el adjudicatario o urbanizador-promotor, en síntesis, es
una mercantil a la que se le ha adjudicado, por parte de la Administración,
la ejecución de unas obras de urbanización del Plan
de Rabasa que no dispone, a fecha de hoy, de la aprobación
definitiva por el órgano sustantivo.
El adjudicatario tiene una clara finalidad legitimada por la Administración
local de conformidad con la Ley Reguladora de la Actividad Urbanística
y es la de retribuirse suelo de terceros por el trabajo realizado,
consistente en la ejecución de las obras de urbanización.
Lamento enormemente que los representantes del Colegio de Arquitectos
hayan caído en la estratagema, en la trampa del urbanizador,
pues no es interlocutor legítimo. Se le está dotando
de una representación que no tiene y que no puede ostentar
y con ello, se está haciendo, más público y
palpable, la existencia del «urbanismo de promotor».
El único interlocutor válido y permitido con quien
mejorar propuestas en esta materia es la Administración local,
y el hecho de no saber distinguirlo y dar preeminencia, conduce
a tremendas confusiones de los ciudadanos a cerca de quiénes
ostentan la potestad urbanizadora a la hora de determinar una actuación
urbanística, independientemente de su envergadura. Y esta
potestad le corresponde por ley a la Generalidad y al Ayuntamiento
en exclusividad.
Las discusiones en las formas de hacer ciudad, en la ocupación
edificatoria, en los sistemas de comunicación, en los flujos,
etcétera, únicamente se pueden debatir, a través
de los instrumentos de planeamiento General y parciales y a través
de los procedimientos establecidos en las fases de elaboración
de los planes de conformidad con lo establecido por las normas sectoriales
que lo regulan y ante la Administración actuante, nunca ante
el adjudicatario.
Para nada me sorprende lo recogido en prensa: «Ortiz se declaró
satisfecho por la reunión y dijo que su objeto es "tender
la mano" al Colegio "para que cualquier inquietud que
tenga la podamos tener en cuenta para mejorar el proyecto"».
Cómo no estar contento cuando se le atribuyen competencias
que son exclusivas de la Administración. El error no es suyo,
ha sido de quienes lo han hecho patente a través de sus actos.
El adjudicatario ha sido lo suficientemente hábil para que
el Colegio de Arquitectos tropezara y éste le tendiera la
mano.
Por último, entre las múltiples incoherencias que
se han exteriorizado, la expresada por el constructor en relación
al tiempo en el que se materializarán las obras, un plazo
dado, como mínimo, a 15 años vista y no a cinco como
se decía, que le expliquen a los supuestos once mil peticionarios
de viviendas protegidas que la adquisición de los inmuebles
va para largo, pues como el mismo adjudicatario expresó:
«Se ve un proyecto muy ambicioso, pero no es a corto plazo,
15.000 viviendas en 15 años es una cantidad muy asumible».
Para finalizar, las declaraciones del señor Ortiz donde se
felicita por el «importante respaldo social» obtenido
por un proyecto «que necesita la ciudad y será un ejemplo
en toda España», cabe decir que no es de extrañar
que esté contento y que pueda ser único en España,
pues no creo que prolifere mucho lo de ser juez y parte en un mismo
contencioso.
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